Al igual que los juegos del circo, los del anfiteatro también eran públicos y gratuitos, y de hecho son los únicos característicos de los romanos (tanto las carreras como el teatro son tradición griega). Aunque parecen ser de origen etrusco, los romanos adaptaron muy rápidamente los ludi gladiatoria.
El primer anfiteatro de piedra fue construido en Roma por Augusto, aunque la grada seguía siendo de madera; el año 64 dC se quemó, y Vespasiano lo aprovechó para construir el Coliseo. En época republicana los espectáculos ya constituían el principal medio para ganarse el favor del pueblo (Suetonio ya cuenta cómo los espectáculos son una forma extraordinaria de propaganda política). Durante el Imperio, el emperador trataba de probar el origen troyano del pueblo romano y de la familia imperial, y con los juegos defendía y exaltaba su prestigio; se propagaba la propaganda al máximo.
La palabra munera, que significa ofrenda, debía el nombre a su origen, ya que estos espectáculos comenzaron realizándose en los funerales (diferenciándose de las carreras de carros y los juegos escénicos, que siempre fueron de carácter lúdico); se cree que se trataba de apaciguar a los muertos mediante la ofrenda de la sangre inocente de los combatientes. Hacia el siglo II aC perdieron su carácter religioso, se secularizaron, y pasaron a ser un espectáculo más, con la única finalidad de divertir al público y comenzaron a realizarse en los anfiteatros. Entre ellos hay que distinguir entre las luchas de gladiadores, munera, y las luchas contra animales, venationes.
A partir del s I dC, y sobre todo a partir de época Flavia, se fue imponiendo, hasta generalizarse, la fórmula del manus legitimum, por la que el espectáculo quedaba dividido en tres partes: por la mañana las venationes, al mediodía luchas menores y ejecuciones capitales, y por la tarde las munera. Poco a poco fue creciendo el esplendor de los combates y la lucha cada vez más sangrienta, por el que eran necesarios una gran cantidad de recursos humanos, faunísticos y materiales, cada vez más espectaculares y exóticos.
Estos juegos siempre estuvieron sometidos a una reglamentación estricta y muy controlados por el emperador. Se regulaba desde el número de espectáculos que se podían hacer a lo largo del año hasta el número de parejas que podían combatir en cada uno de ellos. Hay que decir también que todo el espectáculo estaba controlado por jueces (como muestra el mosaico inferior), y por el elevado precio que suponían estos juegos eran mucho más escasos que los del circo o el teatro.
Los juegos comenzaban una vez el emperador (o el organizador) ya estaba sentado, y éste se sentaba cuando el anfiteatro estaba lleno. A continuación desfilaban los gladiadores, dando una vuelta al ruedo y saludándole, acto seguido se sorteaban las parejas y se revisaban las armas. En las munera o luchas de gladiadores se combatía por parejas o en formaciones y con varias armas, siempre con un resultado sangriento.
Los gladiadores eran esclavos, criminales condenados, prisioneros de guerra, hombres incapaces de pagar sus deudas económicas o incluso reclutas voluntarios. La pena que conducía a la condena gladiatoria solía ser el homicidio, aunque en momentos de falta de gladiadores se podía hacer por penas menores. La condena no implicaba necesariamente la pena de muerte, ya que el vencido podía ser indultado por la multitud. En cuanto a los esclavos gladiadores, muchas veces también formaban parte del cuerpo de guardia o escolta de su señor, el cual podía alquilarlos, cederlos o venderlos.
Los gladiadores se formaban en escuelas, en las que al entrar se juraban una serie de principios: «hacerse azotar, quemar, apuñalar, y morir en la lucha con sonriente indiferencia si no ganaban». Seguían un entrenamiento sistemático y dirigido por instructores profesionalizados. Hay que decir que el oficio de gladiador podía llegar a ser bien considerado en algunos sectores de la población, ya que los más expertos conseguían muchos beneficios y fama e incluso se convertían en una especie de héroes populares.
En cuanto a las ejecuciones capitales públicas se podían hacer de varias maneras, hay que decir que la originalidad de los romanos en este aspecto no tenía límites. Una de las más comunes por ejemplo era la damnatio ad bestias (como la representada en el mosaico inferior).
En algunos anfiteatros grandes (como el Coliseo), se realizaron naumachias o batallas navales, inundando la arena del anfiteatro, en otros lugares donde la situación presentaba condiciones favorables para el espectáculo acuático donde no era necesario inundar el edificio (como en las ciudades con playas o cercanas al mar o a algún río). La primera naumachia que se conoce fue con Augusto en el año 2 aC, donde se representó la Batalla de Salamina en el barrio del Trastevere junto al Tíber.
Este tipo de juegos desaparecieron en tiempos de Constantino (siglo IV), ya que esta forma de diversión sangrienta y de tortura ya no estaba tan bien vista.