Tarragona volta

El teatro de Tarraco se construyó en época de Augusto, cuando la monumentalización de la ciudad precisó de un espacio para nuevos usos de ocio, espacio que no le podía faltar siendo la capital de la Hispania Citerior o Tarraconensis. La pendiente natural de la colina sobre la que se fundó Tarraco y la proximidad de la zona portuaria y del Foro Colonial (y su nueva basílica jurídica), hacían del lugar donde se emplazó el teatro el más apropiado para ello, y lo hizo encima de los restos de las antiguas construcciones relacionadas con el puerto.

La construcción del teatro también se debe relacionar con la reforma del Foro de la Colonia, de esta misma época, y de una clara voluntad escenográfica del conjunto teatro-forum que quedaba articulado en dos alturas, dominando la ciudad desde la entrada marítima.

 
El edificio presentaba una estructura sencilla. La construcción de la gradería era combinada, aprovechando la pendiente natural del terreno, y con subconstrucciones que incluían, como mínimo, una bóveda de sustentación y una cripta de circulación anular que distribuía los espectadores.
Su parte externa, muy probablemente, se articulaba mediante terrazas, y como es habitual, la decoración arquitectónica de la scaenaefrons estaba hecha con piedra local estocada. Sin embargo, la estatuaria de época Julio-Claudia que decoraba el teatro era de mármol.
En época Flavia (s. II), como también pasó en otros edificios hispanos, se hizo una reforma posterior del scaenaefrons que sustituyó la piedra local de todo el conjunto por mármol (es importante recordar que el comercio de mármol estaba controlado por el emperador, y que estas restauraciones en mármol destacan la importancia de la ciudad dentro del Imperio).
 
Las excavaciones han demostrado que hacia finales de aquel siglo, coincidiendo con la crisis política de la época Severiana, dejaron de limpiarse los desguaces del teatro, lo que indica un abandono del edificio.
 

Ya en el s. III, el sector monumental anexo fue ocupado por nuevos edificios. Los muros de estas construcciones están realizados con materiales reaprovechados procedentes del saqueo del entorno. En el s. III, quizá afectado por algún incendio, el teatro ya no jugaba un papel tan importante en la sociedad de Tarraco y su restauración fue rechazada. Heliogábalo hizo restaurar el Anfiteatro en la misma época, y ésta demuestra cómo la sociedad ya tenía nuevas aficiones.

Las estructuras conservadas en la actualidad pertenecen únicamente a las primeras cinco gradas alrededor de la orchestra o hemiciclo central. Se distinguen dos de las tres escaleras radiales que permitían el acceso a las plazas y dividían la gradería en diferentes sectores en los que la población se sentaba según un riguroso orden censatario: el ordo decurionum en el centro de la orchestra; siguiendo a las primeras gradas por el ordo equestre y después la plebs.
 
El acceso a la orchestra se realizaba por dos pasillos radiales, a ambos lados de la escena, que no se han conservado. La escena (pulpitum o proscaenium) era una plataforma elevada sobre un podio decorado con exaedros y forrado de placas de mármol. Aún se pueden ver los agujeros destinados a los palos del telón (auleum), con un sistema de poleas inversas a las actuales.
 

Detrás del escenario se alzaba un gran muro (scaenae frons), cuya altura era la misma que la de la gradería. Actualmente sólo quedan sus cimientos, pero debemos imaginarnos una fachada de tres pisos ricamente decorada con órdenes de columnas superpuestas formando nichos y exaedros en los que se localizaban numerosas estatuas de dioses y sucesivos personajes del panteón imperial. En el muro se abrían tres puertas (valvae) que permitían la salida de los actores. A este gran muro decorado y a sus sucesivas restauraciones pertenecen los elementos almacenados en el Museo Arqueológico: capiteles corintios de distintos tamaños, cornisas, frisos y dos fragmentos de la inscripción dedicatoria con los títulos imperiales incompletos.

Junto al teatro se diseñó un gran espacio ajardinado, que permitía una entrada y salida plácidas de los espectadores privilegiados que se sentaban en la orchestra y en las primeras gradas (es decir, el ordo decuriorum y el ordo equestre). Construido a la vez que el Teatro, este espacio tenía incluido un ninfeo situado en el centro de un gran muro ciego, decorado con pilastras, que forraba el desnivel de la colina. El agua del ninfeo iba a parar a un enorme estanco central de casi 4 metros de profundidad, con fuentes situadas en los extremos.

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Vista des de mar del Port, el Teatre amb el Nimfeu i el Forum Colonial de Tarraco al s.II

 

Desafortunadamente, el Teatro de Tarraco se encuentra en un mal estado de conservación. Del edificio se conservó su cavea prácticamente intacta hasta principios del s. XX, pero con la construcción sucesiva de dos fábricas casi todos los restos se vieron arrasados. Lo que quedó no se pudo recuperar hasta finales de los años 70 gracias a la presión ciudadana, que evitó la edificación de un bloque de pisos.

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