vistas anfiteatro romano

Durante el imperio de Valeriano y Galieno, el 17 de kalendas de febrero del año 259 (16 de enero) fueron apresados el primer obispo de Tarraco, Fructuoso y sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, siendo acusados ​​de no rendir culto a los dioses romanos y en especial al Emperador (el culto imperial era uno de los más importantes en este momento de la historia de Roma, y el hecho de que los cristianos lo rechazaran suponía un fuerte problema político).

Pasaron seis días apresados, y el día 12 de las kalendas de febrero (21 de enero) fueron juzgados y condenados a morir quemados vivos en la arena del anfiteatro. Esa misma noche, cuando ya todos se había ido del anfiteatro, muchos de los cristianos de la ciudad fueron a recoger las reliquias del que sería considerado santo y del cual perduraría su historia a lo largo de los siglos.

Es por ello que en el siglo VI, ya en época visigoda, se construyó una basílica en el centro del anfiteatro (el mismo punto donde decían que habían muerto los mártires). Este hecho nos indica cómo a lo largo de los siglos había perdurado el culto al santo en la ciudad de Tarragona, y como desde que la religión oficial del Imperio fue el cristianismo (con el Edicto de Tesalónica el año 380), los edificios de ocio romanos como el anfiteatro, dejaron de ser utilizados y quedaron abandonados. La basílica se utilizó hasta aproximadamente la entrada de los musulmanes en s.VIII.

Fue en s.XII cuando en el mismo espacio se construyó un segundo Templo, románico, en este caso dedicado a la Virgen del Milagro.


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