Los romanos eran muy supersticiosos, como lo demuestra su culto. Se servían de amuletos y fórmulas mágicas para conjurar a los dioses y los espíritus y pedir buena salud. Por eso los niños y niñas acostumbraban a llevar un amuleto llamado bulla. La bulla era una pequeña bola que contenía filacterios o palabras mágicas, y que se llevaba colgada del cuello. Los chicos llevaban la bulla hasta la edad viril y las chicas hasta que se casaban.
No nos debe sorprender que los jóvenes romanos fuesen como los de hoy en día. Cuando disfrutaban de tiempo libre pintaban las paredes con dibujos (de aquí surje el nombre de graphiti) o jugaban por las calles a la caza, al escondite, se peleaban entre ellos y tenían juguetes parecidos a los de ahora (o como mínimo parecidos a los que había antes del boom de las playstation, xbox o wii). Algunos de estos juguetes se han encontrado en tumbas infantiles como el pequeño ajuar que acompañaba al niño/a a su vida de ultratumba. Algunos de estos juguetes son muñecas articuladas (como la Muñeca de Marfil de Tarraco), pequeños carros de madera, peonzas, pelotas, dados (llamados tesserae), figurillas de plomo, tabas (o talus), etc.