Las calles vuelven a estar vivas. Después de un año de silencio, donde el tiempo parecía haberse parado en una ciudad viva desde hace más de dos mil años, las risas y las carreras llenan todos los rincones de nuevo. ¡La primavera eterna de Tarragona ha dado la bienvenida otra vez a los alumnos de toda Cataluña!
Desde Itinere, hemos retomado las visitas con entusiasmo y siguiendo todas las medidas de prevención obligatorias durante la pandemia. En unos cursos marcados por la incertidumbre, era más necesario que nunca que los más pequeños salieran a disfrutar del entorno. Algunos afortunados han tenido la suerte de vivir en entornos rurales, donde los paseos por la naturaleza dentro de su municipio han sido los protagonistas de las escasas excursiones que han podido hacer. Aun así, los viajes culturales han tenido que esperar un poco más. Para la gran mayoría, la visita a la Tarraco milenaria ha sido la primera salida que han realizado desde el inicio de la pandemia.
Cuando aún no se podía salir ni siquiera de la comarca, pero se permitían las excursiones escolares, no era nada raro ver a algunos chiquillos fotografiar con afán todos los monumentos que visitaban. Al acabar, te decían con una gran sonrisa que las fotografías eran para sus padres, para que de alguna forma pudieran viajar un poquito aunque las condiciones no se lo permitieran. Maestros y profesores te confiaban con alegría que ellos tampoco no habían podido salir hasta entonces: la excursión a la antigua Tarraco era la gran esperada por todos.
Siempre nos emociona observar cómo los alumnos exploran las bóvedas del circo, buscan las marcas de los canteros en los sillares, se imaginan caminando por los mismos lugares que los romanos de hace dos mil años o saltan de sorpresa al encontrarse con la Loba Capitolina, que han estudiado en clase. Esta primavera, sin embargo, no han hecho especialmente felices sus gritos de alegría al ver el mar después de tanto tiempo o por primera vez en la vida; los cantos y las conversaciones que siempre acompañan las excursiones; o el hecho de sacar un buen bocadillo bajo la sombra de los árboles cercanos al anfiteatro para comer con compañeros y amigos tras una mañana bien provechosa por las calles de Tarragona.
Y todo esto, con una gran paciencia y una disposición fantástica para cumplir las pautas sanitarias obligatorias en todo momento, que nos han facilitado muchísimo el trabajo. Agradecemos de todo corazón a los centenares de alumnos que habéis pasado por Tarragona vuestra visita. Siempre seréis bienvenidos a Tarraco. ¡Hasta pronto!