Las carreras de carros de caballos eran sin duda el espectáculo deportivo más popular en Roma. En todas las festividades se celebraba alguna carrera y durante el Imperio fueron tan numerosas que abarcaban prácticamente la mitad del año. Su origen se remonta a la época de Rómulo aunque recibe influencias de los etruscos en sus primeros momentos y de los griegos posteriormente.
Las carreras de carros desataron en Roma más pasión que las luchas del anfiteatro (munera gladiatorio), llegando incluso a producir divisiones partidistas entre los asistentes. Hoy en día relacionamos los espectáculos circenses con las carreras de carros, pero en realidad constaban de muchas y diversas actuaciones, alternando las exhibiciones hípicas con acrobacias, carreras de atletas, o las carreras de dos (bigae), tres (trigae), cuatro (quadrigae) o más caballos (a veces se llegaban a juntar en un mismo tiro hasta diez caballos, decemiuges), todo ello con una entrada espectacular precedida por el sonido de las trompetas.
En la spina se podía ver cómo las figuras que la decoraban los marcadores eran bajadas una a una, generalmente huevos de piedra o estatuillas de delfines, según se sucedían las vueltas (podemos recordar las famosas imágenes de carreras de quadrigae de la película Ben-Hur ).
Las carreras empezaban con el lanzamiento de un pañuelo blanco (mappa), gesto realizado por el organizador del evento, cónsul o magistrado, personaje vestido de manera ostentosa, y bajo él, en la arena, los carros estaban ordenados según les había tocado en un sorteo previo. Se completaban siete vueltas, tras las cuales, el ganador recibía la aclamación del público y compensaciones económicas por parte del organizador además del premio simbólico de la corona de laurel.
Cada uno de los equipos eran llamados factio diferenciados por un color, el blanco de la factio albata, el verde de la factio prasina, el azul de la factio veneta y el rojo de la factio russata. Durante la República había sólo dos factio, la russata y albata. A comienzos del siglo I se añade la factio prasina y la factio veneta ya finales del siglo III, los «blancos» se unieron a los «verdes», y los «rojos» a los «azules», aunque no dejaron de existir en la arena.
Esto ayudaba al público a identificar su equipo y hacer apuestas por el auriga vencedor. Cada factio estaba compuesta por los conductores de los carros (aurigae, muy bien pagados), mozos de cuadra, adiestradores (doctores y magistri), veterinarios (medicina), reparadores (sarcinatores), guarnimenters (sellarii), guardas de cuadra (conditor), palafreneros (succonditores), y encargados de refrescar con agua los ejes de los carros y los caballos (sparsiores), así como los iubilatores, los seguidores que con sus gritos animaban a su cuadra y a sus carros siguiéndolos a pie o a caballo.
Al inicio de la carrera el ruido era increíble ya que cuanto mayor dificultad era la expectación. Los circos eran relativamente estrechos así que cuando el carro de una factio giraba se podían producir choques entre ellos o contra las columnas. Una carrera limpia era aburrida y un auriga arriesgado se convertía en un ídolo de masas. Los aurigae iban de pie sobre los carros armados con su fuste, vestidos con una túnica corta sujeta al cuerpo con correas, la tela de la túnica era del color de la factio a la que pertenecía, la cabeza estaba protegida por un casco y llevaban un pequeño cuchillo. El caballo fundamental era el de la izquierda (funalis), pegado a la parte externa del carro por medio de una cuerda (funi) porque al dar la vuelta en los extremos de la pista, al ser vueltas muy cerradas, el carro podía volcar. Era bastante fácil tener un accidente, chocar contra la spina o contra otro atleta, lo que en el argot se llamaba «naufragar» (naufragium). En caso de que naufragara el auriga cortaba las riendas con un cuchillo ya que muchas veces iban atadas al cinturón para no ser arrastrado por los caballos y el carro.
La victoria se decidía en los últimos metros, cuando el público enloquecía apoyando a su factio. Incluso había cierta correspondencia cromática con las clases sociales. Los partidarios de la factio veneta se reclutaban entre los miembros de la aristocracia mientras los de la factio prasina eran gente de estrato más humilde. El espíritu partidista llegó a provocar enfrentamientos entre los espectadores, llegándose a producir peleas propias de ultras.